Mis amigos se pusieron muy pesados para que saliera estos Carnavales, había una gran fiesta en un hotel de la costa, y todos mis amigos insistieron en acudir a esa fiesta. Decían que podríamos pasar toda la noche de fiesta y alquilar una habitación para dormir, por si bebíamos algunas copas de más.
Yo no estaba de ánimos para fiestas, pero como decirles que no ante tanta insistencia, además no aceptaban un "no" como respuesta. Así que no me quedó más remedio que asistir con ellos a tal fiesta.
Era una fiesta con mucho glamour, inspirada en el Carnaval de Venecia, tuvimos que alquilar nuestros disfraces en una tienda de disfraces, después de mucho mirar y ver disfraces, ya que yo no me decidía, mi amiga Raquel eligió por mí, una chica muy alocada, pero siempre con una sonrisa en los labios, eligió el que mas le gustó, y según ella el que mejor me sentaba.
Días después acudimos a ese baile de máscaras en el hotel, mis amigos bailaban y disfrutaban, pero yo como estaba sin pareja me quedé en un rincón algo apartado. Fue entonces cuando la vi aparecer, con un precioso vestido de época, su rostro cubierto por una máscara, como todos los que estábamos en esta fiesta.
Ella se fijó en mí, al igual que yo en ella, y directamente se acercó a mí, extendió su mano que yo acepté y salimos a bailar a la pista de baile. Era extraño tenía unos preciosos ojos claros, que de algún modo me resultaban familiares, al igual que su voz. Pero por mucho que le preguntaba no me decía quien era, pero estaba convencido de que la conocía, pero no me mostraba su rostro, alegando que se perdería la magia del momento.
Cada vez me sentía más interesado en ella, tenía algo que me atraía, esos ojos, esa voz, su aroma, su porte, todo de ella. Me sentía prisionero de esa mujer, me atraía como el mosquito se siente atraído por la llama, hasta morir abrasado.
Tras varias horas de baile, charlas y copas, pero siempre bebía sin levantarse la máscara por completo, para no mostrar su rostro, solo mostraba sus labios rojos y carnosos, unos labios que deseaba probar, ella me invitó a subir a su habitación del hotel, a lo que accedí encantado.
Ya en su habitación esta preciosa mujer me desnudó por completo lentamente, dejándome solo la máscara. Yo quise quitármela, pero ella agarró mi brazo impidiéndome que me descubriera el rostro, decía que era parte del juego. Después ella se desnudó sin prisas mientras yo la contemplaba, disfrutando de su precioso cuerpo, que poco a poco iba perdiendo las telas que lo cubrían.

Una vez desnuda se acercó a mí, me abrazó y comenzó a acariciar mi espalda, a lo que yo respondí de la misma manera. Deseaba besar sus labios y toda su nívea piel, pero era algo imposible sin deshacernos de las máscaras. La levanté en brazos, ella se sujetó a mi cuello, y la llevé hasta la cama, la deposité con mucha delicadeza sobre el lecho, contemplando su preciosa figura. Ya que no podía besarle, acaricié su blanca piel con mis dedos, con suavidad, dibujando cada curva y cada rincón de su piel, ella se estremecía y sus gemidos me indicaban que lo estaba disfrutando. Mis manos moldearon su cuerpo, al igual que el artista moldea el barro para crear una obra de arte, una obra de arte de carne y hueso, la misma Venus reencarnada. Sus suspiros se intensificaron al llegar a sus pechos, mientras los acariciaba podía ver como sus pezones se endurecían, y en ellos me detuve durante un tiempo, mientras que a ella le costaba mantenerse quieta en la cama sin moverse, lentamente fui bajando por su vientre y tras pasar por su ombligo lleguen hasta su entrepierna, pero sin llegar a rozar sus labios inferiores, pasé de largo y con mis dedos dibujaba líneas en el interior de sus muslos, ella arqueaba su espalda y protestaba, su excitación aumentaba a cada momento. Ella cogió mi mano y la dirigió hacia su entrepierna, hacia su cueva del placer, que ya estaba bastante húmeda, esperando y deseando mis caricias. Acaricié su clítoris y sus labios vaginales, sus gemidos se transformaban en pequeños gritos de placer. Claramente podía notar como palpitaba su sexo, deseoso de más placer. Ella presionaba mi mano sobre su entrepierna, para que aumentara la presión, e invitándome a invadir su vagina, y así lo hice, metí dos de mis dedos en su vagina y comencé a moverlos lentamente, entrando y saliendo, entrando y saliendo, y aumentando el ritmo poco a poco, cada vez más rápido. Ella gritaba como poseída hasta que noté como llegaba hasta un bestial orgasmo entre espasmos y convulsiones de placer, a la vez que sus jugos internos empapaban mi mano.
Después de este episodio hicimos el amor durante toda la noche hasta caer agotados y quedarnos dormidos.
A la mañana siguiente cuando desperté estaba solo en la habitación, ella había desaparecido. Abandoné la habitación y pregunté en recepción. Allí me informaron que la habitación había sido pagada y que la Dama que la había alquilado pidió mantener su nombre en secreto, si alguien lo preguntaba.
Siempre me quedará la duda de quien era esa mujer y si algún día volveré a saber de ella, aunque sigo pensando que la conozco.